En España somos muy dados a hablar de todo sin profundizar en nada las más de las veces. Este entrada del blog es una buena muestra.
No soy docente, ni experto en la materia, ni trabajo en el Ministerio de Educación, ni soy político, ni tan siquiera soy padre de alumno alguno. Sin embargo, soy ciudadano; observo, escucho, analizo y, a veces, escribo.
Es por ello que el tema de la educación se me antoja la piedra filosofal sobre la cual pivota casi todo, lo bueno y malo, que pasa en nuestro país, y de manera más extensiva en muchas sociedades.
Sin una buena educación el edificio social se tambalea, surgen grietas y no hay consistencia para remozar el proyecto conjunto siendo adaptativo a los nuevos tiempos.
Los famosos informes PISA de la OCDE demuestran año tras año que nuestros niveles no dan la talla, que ni tan siquiera pasamos el corte en las materias evaluadas, siempre por debajo de la media. Furgón de cola en la actualidad y perspectivas de furgón de cola en el futuro, estabilidad en la mediocridad.
El sistema educativo español , que ahora trata de reformar el PP con el polémico y polemista ministro Wert a la cabeza, es el gran talón de Aquiles que todo lo lastra.
No aprendemos las materias con solvencia, desbordamos las estadísticas de abandono escolar, ninguna universidad española está entre las primeras del mundo, no educamos para conocer, apreciar y respetar la democracia que tanto nos ha dado y que tan a menudo es ninguneada, se desmembra un programa de contenidos unitario en favor de un mundo de taifas escolar y suma y sigue ad infinitum.
Cualquier persona con dos neuronas en su sitio y ganas de usarlas se da cuenta de que por ahí van los tiros a la hora de enderezar esta crisis social, que no meramente económica, que ahora padecemos.
A pesar de esta obviedad poco se hace para revertir esta espiral descendente. Los políticos manipulan el tema jugando como tahures con cartas trucadas, los medios de comunicación denuncian de tanto en tanto sin profundizar e insistir en esta tragedia nacional, sin apoyar con programas y contenidos que ayuden en esa dirección mientras los ciudadanos asistimos bastante pasivos y resignados a este malfacer educativo.
Sin educación sólida y constructiva no habrá salida a la corrupción que nos ahoga, a la desidia generalizada, al descrédito de las instituciones, a la anemia económica y social, al paro sangrante, a la huida masiva de trabajadores al extranjero y a mil y un males más que tan bien conocemos todos en mayor o menor medida.
La temida técnica de la gota malaya debería ser la que guiara la acción de ciudadanos, blogueros, padres, alumnos, medios de comunicación y demás interesados en dar la vuelta a la tortilla pocha que nos intoxica.
Repitiéndome cual gota malaya, cierro estas líneas tal y como hice con otro artículo hace casi un año, dejémonos de pamplinas independentistas, rescates y demás milongas, ¡es la educación, estúpido!