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domingo, 29 de julio de 2012

La fibra sensible


Imagino que nos ha pasado a todos, de repente, como una revelación, encontrarnos de bruces con una actividad, con un lugar, con una novela, con algo que abre una puerta emocional hasta entonces ignota.
En mi caso ocurrió hace bastantes años, en otro siglo, en otra edad, en otro contexto.
Una tarde de ocio casero escuché por casualidad, como suelen ser las cosas que nos marcan, una canción portuguesa "Haja o que Houver" del grupo Madredeus, del cual conocía vagamente el nombre.
La melodía, embriagadora en la voz de Teresa Salgueiro, destapó el tarro de las esencias portuguesas, y supuso mi acercamiento a una cultura vecina y ausente al mismo tiempo.
Tras Madredeus, llegó Saramago, y por fin, Lisboa, ciudad soñada antes de ser conocida.
Los vínculos emocionales nos van enredando en su telaraña de sentimientos, dando matices y tonos a una conexión que no logramos nunca explicar racionalmente.
El hechizo portugués ahondó su presencia a través de su música y de su literatura principalmente. Asomaron en sus libros Lobo Antunes, Lidia Jorge, Mourao Ferreira, Pessoa, Vergilio Ferreira Torga y más nombres, imprescindibles en las letras de allende la raya y prescindidos en esta vertiente ibérica.
Siempre me ha parecido que el portugués se destaca como la lengua más poética y emotiva de todas las latinas, distinguida de la sinuosidad francesa, la claridad seca del español o el cántico refrescante del italiano. Obviamente no soy objetivo, reitero mi cautividad del hechizo portugués.
La música portuguesa está indisolublemente asociada al fado y a Amalia Rodrigues; reflejo de un sentimiento melancólico de la vida, con numerosas variantes, y encarnada a la perfección tanto en voces masculinas como femeninas.
El resurgir del fado moderno, tras la estela de su renovadora, Dulce Pontes, nos ha traído a nuestros oídos españoles, joyas como las voces de Cristina Branco, Mariza, Ana Moura, Mafalda Arnauth y, más recientemente, la pujante Carminho. Grande nuestra deuda con el pequeño vecino.
El cóctel sentimental que nos hace apegarnos a una tierra, a una emoción o a una forma de explicar el mundo incluye numerosos y variados. ingredientes.
Música, paisajes, historia, literatura, idiosincrasia, lengua,  y todo aquello intangible que nos seduce sin saber verbalizarlo con precisión.
Cuando se produce el chispazo, cuando la emoción despierta y alguna de nuestras fibras sentimentales vibra con brío honesto y entusiasta, es cuando más conscientes somos de que estamos vivos.
En estos tiempos materiales, de sequía espiritual y de periplos sin rumbo cierto, la fibra sensible nos sirve de brújula para el camino y nos ayuda a recordar, con punzante viveza, que es aquello que nos hace especiales, nuestra humanidad. 

jueves, 26 de julio de 2012

Gracias, Twitter


Hace algo más de dos años aterricé en la red social del pájaro azul, que bien podría ser llamado el pájaro loco a la vista del ritmo frenético con el que gorjea. 
Twitter se va construyendo y transformando día a día, con el uso que sus miembros le damos, tejiendo virtualmente una red de contactos e ideas que tuit a tuit van calando y generando corrientes de opinión.
Ejemplos hay abundantes del impacto que las campañas virales en la red, denunciando un hecho o promoviendo una reivindicación concreta, acaban por tener en los medios tradicionales y por extensión en los ciudadanos al margen del pájaro 2.0.
Mi experiencia me ha llevado a tuitear compulsivamente, a ampliar fuentes de información, saliéndome de los canales tradicionales y también conocer a gente con la que no me cruzaría en mi trasiego diario por el mundo real.
Intercambio de pareceres, sorpresas, polémicas, humor, propuestas profesionales, declaraciones de intenciones y desvirtualizaciones, han logrado que algo a priori tan intangible como un mundo digital  haya cuajado como parte de mis circunstancias.
Somos cientos de miles de viajeros de lo virtual, cruzados y descruzados, que caminamos por las teclas en pos de comunicar, lo que siempre el ser humano ha buscado desde los tiempos de las cavernas.
Más que nunca en tiempos de crisis y de desasosiego generalizado, comunicar, cual catarsis liberadora, se revela como la mejor herramienta de la cual disponemos para aliviar las incertidumbres.
Las modas van y vienen, los métodos cambian pero el concepto básico permanece inmutable: emisor-mensaje-receptor.
Puede que al pájaro azul se le caiga todo el plumaje en unos pocos años y deje de volar;  otros vendrán a ocupar su lugar, a recoger un testigo siempre necesario ya que, le pese a quien le pese, la mente vuela libre y no hay quien la consiga parar.
Emitir un tuit, sea cual sea su índole, se asemeja a mi entender al acto del niño que mete un mensaje en la botella de cristal y lo lanza al mar a la espera de corrientes favorables y de un receptor.
La corriente del momento es fuerte e impetuosa, no es momento para escatimar botellas, ya sabéis, comunica que algo queda.

miércoles, 11 de julio de 2012

Doble rasero


Ocupa estos días las portadas de todos los medios de comunicación la marcha de los mineros, que ayer mismo confluyó en Madrid desde distintos puntos de España y que hoy se ha manifestado, con algunos altercados, frente al Ministerio de Industria. 
Según el medio de comunicación, se trata de una noticia de primera magnitud mientras que para otros la cosa no pasa de algarabía reivindicativa, cosas de la prensa y de la perspectiva ideológica. 
La lucha del sector minero español ante el crudo futuro que atisba a la vuelta de la esquina es perfectamente comprensible y lícita, sea o no viable el sector de la minería, defienden su forma de vida. 
Que dicha defensa se vea acompañada de violencia empaña y distorsiona la percepción que los ciudadanos podemos tener de la misma; como era de esperar para algunos medios la violencia es casi justificable cuando para otros son tropelías inadmisibles. 
En España gustamos de tomar partido rápidamente en cualquier tema de calibre que salte a la palestra de la actualidad, tengamos nociones o no, opinamos las más de las veces desde el sentimiento más que desde la razón.
Con el tema minero a mi me choca de manera notoria la politización del asunto, la izquierda volcada con los mineros, mientras el gobierno trata de aminorar el impacto de las protestas y su repercusión.
Es increíble escuchar a políticos de "primera línea" defender con uñas y dientes los derechos laborales de los mineros tras haberlos oído masacrar a pilotos y a controladores aéreos por hacer lo mismo con sus profesiones. Si los pilotos de Iberia van a la huelga para protestar se ve que son caprichosos tocapelotas que tan sólo defienden privilegios, si la montan los mineros son trabajadores representando un episodio más de la lucha de clases. 
Es triste constatar que en 2012 todavía se manejan discursos trasnochados que tratar de establecer castas de buenos y malos trabajadores, no basta con demonizar a los empresarios sino que también entre los currantes unos merecen más que otros. No estoy hablando en ningún momento de dinero sino de respeto a los derechos laborales y al cumplimiento del pacto que todo trabajador tiene con su empleador. No es uno merecedor de menos o mas derechos en función de los salarios, aunque alguna famosa periodista así me lo planteara en directo en una entrevista hace un par de años al hablar de las vicisitudes laborales de mi profesión.
España es un país cainita ya que a demasiados les molesta que la hierba en el jardín del vecino esté más regada, el mal de otros consuelo de mis miserias no debiera ser un lema tan fácilmente asociado con nuestra idiosincrasia.

Asistimos a tiempos, hoy es buena muestra, de recortes, reajustes, rescates y disgustos en cadena, casi todos los ciudadanos, en mayor o menor medida los sufrimos. 
La unión hace la fuerza y aunque los intereses particulares de cada persona y de cada gremio entran inevitablemente en conflicto no es conveniente olvidar que el respeto hacia uno mismo, y hacia la sociedad, empieza por el respeto a los derechos ajenos.
Los dobles raseros, o los triples o los cuádruples son más bien propios de sociedades atávicas donde la razón, la ecuanimidad y la justicia apenas tienen arraigo. 
En tiempos de tormenta hay que mantener el optimismo y no perder nunca de vista la máxima de tratar a los demás como nos gustaría ser tratados a nosotros mismos. 
No está de mas recordar las palabras de Bertolt Brecht: " cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad"

viernes, 6 de julio de 2012

Tierra prometida


Regresé hace unos días de un viaje a Israel, país complejo y enrevesado como pocos, foco constante de la atención internacional. 
Desde la lejanía, a través del filtro de los medios de comunicación, nos formamos imágenes de realidades ajenas, en general simplificadas y estereotipadas que no siempre se corresponden cuando se produce la desvirtualización.
Israel y Palestina, la tierra prometida del Antiguo Testamento, encierran entre sus agitadas fronteras más historia que cualquier otro rincón del planeta. Sólo por este motivo bien merece una visita la zona, fuente de sorprendentes contrastes y de agrias contradicciones.
Muchos sostienen que Israel es un país irreal, que se sostiene artificialmente ante la amenaza de destrucción por parte de sus vecinos más próximos; enjambre de personas diversas, unidas por el vínculo religioso más allá de otro tipo de coincidencias.
No hay un solo Israel, ese de violencia y fanatismo religioso que tan a menudo nos muestran los televisores, sino mil y un Israeles: el árabe, el judío, el religioso, el pagano, el pudiente, el sufridor, el inmigrante, el turista.....
Las dos contrastadas caras que Jerusalén y Tel Aviv muestran como tarjeta de presentación de una tierra en permanente ebullición son reveladoras de la multiplicidad de capas superpuestas dentro de la sociedad israelita. A nueve kilómetros de la Ciudad Santa de las tres grandes religiones, se encuentra Belén, la mítica aldea de la natividad. Un muro separa ambas realidades, la primera, capital oficiosa del judaísmo y la segunda ciudad musulmana en territorio ocupado. 
Viajar por Tierra Santa, por las poblaciones árabes, por el imponente Mar Muerto y por el cosmopolitismo de Tel Aviv da idea de que a pesar de los problemas, la vida y el ser humano se esfuerzan siempre por salir adelante y por convivir, a gusto o a disgusto, dentro de las circunstancias. 
Muchos occidentales tienden a tomar partido por una de las dos supuestas realidades en conflicto en la antigua Judea: los judíos y los árabes, mártires u opresores según el enfoque particular. 
Los matices que un país tan anómalo presenta en el contexto mundial debería servir más que como ejemplo perfecto de bomba de relojería geopolítica, como un intento, dramático, creativo y desgarrado, no sé si fallido o no, de como hasta en las sociedades más cuestionadas la sociedad se impone por encima de la adversidad.
Si tienen oportunidad de ir a Israel, no la dejen pasar, pongan a un lado los prejuicios que puedan tener y observen con serenidad las lecciones que de allí se pueden extraer.
No hace falta ser religioso para entender, dando un mero paseo por la Antigua Jerusalén que las religiones y la necesidad del ser humano de creer en algo superior han sido, y siguen siendo en muchas partes, la fuerza impulsora más importante de la historia de la humanidad. 
Somos seres pensantes, racionales y, sin lugar a dudas, emocionales.
La emoción es,a fin de cuentas, el quid de todas las cuestiones.