La reciente victoria del equipo español de balonmano en el mundial que se ha disputado en España ha supuesto otra nueva ola de patriotismo y entusiasmo en las redes sociales. Es innegable que el deporte, sea fútbol, baloncesto, tenis o incluso algunos más minoritarios como el caso del balonmano, despierta pasiones populares que pocas veces se ven en otros contextos.
El deporte mezcla de manera explosiva elementos como la sensación de pertenencia, la tensión, la competitividad, el afán de superación y la proeza física y mental, logrando ser catalizador de una energía desbordante en el espectador.
Desde luego no es lo mismo practicar un deporte que ser mero receptor pasivo de lo por otros desempeñado pero, no obstante, el deporte siempre contagia cierta vitalidad a quien de cerca toca.
En los últimos años asistimos en España a un notable boom del deporte de base, tímido, espontáneo, poco propiciado por los poderes públicos, siempre cicateros con los ciudadanos deportistas, pero bastante llamativo.
Las calles de ciudades como Madrid están llenas de corredores, los parques de ciclistas, patinadores, las pistas de tenis son casi imposibles de alquilar en fines de semana, etc...
Hace poco escuché que alguien en plan jocoso comentaba que buena parte de culpa la tenía Decathlon, gran superficie comercial deportiva, que ha acercado material deportivo de toda índole a los ávidos practicantes, democratizando en cierta medida la práctica para millones de personas. No descartemos pues su futura candidatura al Premio Príncipe de Asturias del deporte, cosas más raras se han visto y se verán.
Es obvio que a pesar de los escasos esfuerzos de nuestros políticos por facilitar a los ciudadanos la práctica deportiva, la cabra deportista tira al monte y se busca las castañas con espíritu a prueba de obstáculos.
Es una lástima que el debate sobre los JJOO enmascare en los medios de comunicación el verdadero problema del deporte en España que es el poco apoyo que recibe en su base. Es muy complicado practicar muchos deportes, faltan instalaciones, apoyo institucional y cobertura en los medios de comunicación a los deportes minoritarios. Este fin de semana un español, Javier Fernández, ganaba el campeonato de Europa de patinaje sobre hielo y la noticia ha sido bastante ninguneada por los grandes diarios. El patinaje es un deporte muy competitivo, que mueve audiencias millonarias en países como EEUU, Canada, Francia y Rusia. Deberíamos aprender del pasado cuando surgen figuras solitarias que brillan en deportes con poca implantación en España, tales como Santana o Ballesteros en su momento, y abrir las puertas del campo deportivo. No todo es fútbol aunque a menudo lo parezca, no todo es dinero en el deporte, aunque los fichajes millonarios, el dolor de muelas de Mourinho o los interminables dopajes del ciclismo así lo hagan entender.
En el actual contexto de crisis, con unas tasas de paro juvenil y de fracaso escolar apabullantes, sería de agradecer que los planes educativos tuvieran en cuenta el efecto positivo que el deporte ejerce en el rendimiento académico cuando es adecuadamente combinado.
La oferta de ocio para los adolescentes no tendría que reducirse a salir de copas, ir a la hamburguesería de la esquina o encerrarse a jugar a la Wii con los amigos.
El deporte es un elemento que cohesiona y vertebra, ayuda a tener equilibrio personal al que lo practica, los de equipo ayudan a mejorar las habilidades sociales, y combate la creciente lacra del sedentarismo y la consiguiente alta tasa de obesidad.
Una sociedad moderna es una sociedad que permite a sus ciudadanos la máxima calidad de vida, y aquí el deporte juega un papel indiscutible.
Menos zapping y más deporte, es una de las adicciones más saludables en las que podemos caer.